sábado, noviembre 10, 2007

ADIOS AL GRAN PELEADOR

Editorial Anagrama y Colofón lamentan profundamente el fallecimiento de NORMAN MAILER, uno de los más grandes escritores y periodistas de todos los tiempos. Como un pequeño homenaje, reproducimos aqui la entrevista que concedió a la revista Poets & Writers en 2001 a Carolyn T. Hugues


LOS ANGELES (Poets & Writers). Norman Mailer ya casi no da entrevistas; lo distraen de su escritura. El padre de cinco hijas y cuatro hijos vive una vida tranquila junto a su sexta esposa, Norris Church Mailer, y divide su tiempo entre sus casas en Brooklyn Heights, Nueva York y Provincetown, en Cape Cod. Sin embargo, una vez que Mailer accede hablar para el grabador no se guarda nada. Encantador y feroz a la vez, maneja una conversación como la famosa montaña rusa Ciclón de Coney Island. Y mientras echa una mirada atrás hacia los altibajos de su colorida carrera, uno puede ver que esa vida fue, sí, un sensacional paseo en la montaña rusa.
Como Byron, Mailer se levantó un día y se descubrió famoso. En 1948, con 25 años de edad y sólo a cuatro años de salir del ejército, publicó el best-seller Los desnudos y los muertos, considerada la primera novela de ficción en abordar la Segunda Guerra Mundial. La metamorfosis fue brutal: de escritor que lucha por ganarse el peso a legítimo aspirante al título de mejor novelista de postguerra y heredero forzoso de Ernest Hemingway.
"Tuve suerte", dice Mailer con total naturalidad, sentado en el comedor de su departamento en Brooklyn Heights. Su pelo blanco y sus penetrantes ojos azules le dan un halo familiar y lo hacen ver más joven, bastante más joven que lo que sus 77 años indicarían. "Pude arrancar apenas empecé.
El hecho de que no tuve que preocuparme por el dinero me permitió tener una vida poco común. Y, por supuesto, como todas las personas que han sido mimadas por la buena fortuna, hubo momentos en los que quería ser cualquier cosa menos escritor, en especial cuando era más joven y era mucho más agradable pensar en llevar adelante una tarea en la que puedas trabajar con personas todos los días. Mi lado gregario no estaba del todo feliz con la idea de ser un monje literario por el resto de mi vida".
Mailer es, posiblemente, el autor norteamericano más conocido de la segunda mitad del siglo 20. Escribió 31 libros, incluyendo Los ejércitos de la noche (1968), un relato sobre la marcha al Pentágono que ganó el National Book Award y el Premio Pulitzer de no-ficción, y La Canción del Verdugo (1980), su "novela verídica", una crónica de la vida y muerte del convicto Gary Gilmore, con la que ganó el Pulitzer en ficción.
Sin embargo, Mailer siempre será fuertemente identificado en la mente del público como uno de los más grandes pendencieros de la literatura. “Si querés decir lo que pensás, no deberías tener la idea de que no te va a costar nada de nada, pues eso te sumergirá rápidamente en el surrealismo. Si la idea es que cuando decís algo querés hacer un pequeño cambio en lo establecido, entonces es de esperar que lo establecido te devuelva el golpe de una manera o de otra", asegura, con cierto conocimiento de causa.
Mailer hizo "un cambio en lo establecido" en 1955 originando el Village Voice, uno de los primeros semanarios contracultura de este país, junto a Dan Wolf y Ed Fancher. Mailer escribía una columna para el Voice en la que cultivaba su propensión hacia el shockeante apoyo, entre otras cosas, de la marihuana y la promiscuidad sexual. En 1957 publicó su polémico ensayo "El Negro Blanco", en el que introducía su idea del hipster, el rebelde que elige vivir fuera de la sociedad y no sofocarse en ella. En ese ensayo, Mailer argumentaba que el hipster tiene una obligación, la de rebelarse contra la sociedad conformista colectiva a pesar de ser considerado amoral.
Los críticos, conscientes de que el niño prodigio de Los desnudos y los muertos se había convertido en un enfant terrible, no estaban nada contentos. Es más, las dos novelas que Mailer escribió durante este período, la políticamente densa Barbary Shore (1951) y la sexualmente explícita El parque de los ciervos (1955), recibieron críticas muy diversas. Mailer, fiel a sus principios, ofreció pelea a todo el mundo. Diseñó un aviso de media página para el Village Voice que decía: "Por toda América El parque de los ciervos no está recibiendo más que ELOGIOS".
El aviso continuaba con citas de las peores críticas, lo que era equivalente a hacerles un poco común, para el momento, fuck you.
“Uno crea, a lo largo de una vida de escritura, mucha hostilidad”, reconoce Mailer. "Creo que prefiero que sea así y no hacer que la gente diga: Oh, que tipo agradable". ¿Por qué? "Del modo inverso nadie se preocupa por vos. Sos respetado, pero nadie va a morir por vos. Y yo creo que una persona sana debería ser capaz de morir por un par de ideas y poder sentirse bien querida si unos pocos están listos para acompañarlo en sus ideas. Pero estamos en un terreno completamente insostenible", dice Mailer, con una sonora carcajada.
Conforme pasaron los años, Mailer ha ido publicando, medio en broma medio en serio, entrevistas a sí mismo. Por ejemplo, en una "entrevista" de 1967 que hizo para The New York Times, Mailer sugirió que Mailer debía postularse para ¡presidente del mundo literario! Su orgullo desmedido ofendió a mucha gente, y ahora uno puede preguntarse qué le diría el viejo Mailer al más joven si lo tuviera acorralado en un cuarto.
"Bueno, la primera pregunta, la que todos esperarían que haga, es: ¿Estás ocupado mejorándote como novelista o estás corroyendo tu así llamado talento haciendo periodismo?".
¿Entonces? "El escritor joven probablemente hubiera encontrado algún modo de justificarlo".
Pero el viejo Mailer juzga su multitarea literaria de este modo: "Seguir escribiendo a lo largo de los años es un acto de equilibrismo como caminar por la cuerda floja, y te podés caer para cualquier lado. Hacer un poco de periodismo muchas veces te libera porque te quita mucha de esa tensión que te da el escribir ficción".
Mailer ha hecho más que "un poco de periodismo". En los sesenta escribió innovadores artículos en los cuales era tanto participante como observador. Ese tipo de escritura tuvo un profundo efecto sobre Tom Wolfe y Hunter S. Thompson y allanó el terreno para el mentadísimo Nuevo Periodismo.
Pero, según su parecer, el verdadero desafío era la ficción. "Cuando escribís ficción estás haciendo dos cosas. Una: luchás para escribir muy bien cada página. La otra: estás inventando una historia, entonces tenés que tomar muchas decisiones serias y específicas todo el tiempo. Escribir novelas es todo decisiones".
Actualmente Mailer está trabajando en su primera novela desde 'El Evangelio según el hijo' (1997).
Mantiene una cierta reserva en torno al tema: "Ni siquiera mi mujer sabe", se disculpa. Hay rumores que, otra vez, sostienen lo siguiente: podría seguir la línea de 'El fantasma de Harlot' (1991), el libro que gira en torno a la CIA.
Lo único que Mailer siempre ha estado anunciando es, no obstante, su deseo de escribir "la gran novela", un libro que abordaría temas sociales tan a fondo como lo hizo Tolstoi. En su sexta década de escritor, Norman Mailer todavía quiere otra oportunidad y está dispuesto a poner todo el trabajo necesario en allí.
"Escribir te quita muchas cosas", dice. "Estoy más viejo ahora, y en general trabajo unas cinco horas, máximo. Y son horas que divido entre la mañana y la tarde. La verdad es que tenés que estar en muy buenas condiciones, comparado a cómo has estado, si vas empezar una novela. En el pasado, antes de que mis piernas fallaran, solía correr más kilómetros y hacía más gimnasia. Una vez que comenzás la novela no podés seguir haciendo gimnasia porque estás muy cansado. Te deteriorás un poco físicamente cuando trabajás en una novela. Después parás un tiempo y te reconstruís. Es así."
Mailer sostiene que escribir es parecido a su deporte favorito, el boxeo. Hay algo en lo que son muy semejantes los boxeadores y los escritores: eso es la soledad. Un boxeador es una de las personas más solitarias sobre la tierra a la hora se subirse al ring. Incluso dos días antes de la pelea no se puede ir a dormir pensando en la destreza de su oponente. Es esa clase de inmenso miedo interno a ser humillado. Esos miedos internos son análogos, aunque son mucho más intensos que los miedos de un escritor, pero te digo, hay algo terriblemente solitario en esa página en blanco que te enfrenta día tras día, año tras año".
'Ancient Evenings' (1983) fue el libro que más absorbió a Mailer. "Llevó once años. Lo interrumpía todo el tiempo para hacer otros libros. De hecho, hice La canción del verdugo en el medio. La investigación de la historia egipcia para Ancient Evenings era pesada y no tan interesante. Te cuento, es un trabajo abrumador el que te encontrás cuando lo que investigás es esencialmente aburrido y está mal escrito y tenés que convertirlo en algo que está bien escrito."
Mailer todavía parece embrujado por el libro, y por primera y única vez durante la entrevista, pierde la calma: "Lo escuché decenas de veces, por lo menos. Tipos diciendo: Ay, claro que no aportó casi nada con Ancient Evenings. Eso me hace sentir como Marilyn Monroe; solía soltar un comentario maravilloso sobre la gente que decía cosas sobre ella. Decía: Supongo que creen que se lo dicen a tu ropa. Lo que yo siento es: ¡Estúpidos desgraciados hijos de puta! ¡Por qué no intentan leer el maldito libro antes de decidir que no tiene ningún valor!".
Dice todo eso y sonríe lánguidamente, Mailer. "¡Ese tipo de cosas me pone los nervios de punta!"
El primer hijo de Fanny Schneider e Isaac Barnett Mailer nació en Long Branch, New Jersey, en 1923, y creció en Brooklyn. Su padre era un contador. Cuando tenía siete años de edad, Norman Mailer intentó escribir una novela de ciencia ficción. No mantuvo su interés, la abandonó y no retornó la faena hasta su primer año en Harvard, cuando escribió un cuento, 'The Greatest thing in the World', que ganó el premio anual de la revista Story. Después de eso escribir se volvió su obsesión.
La otra obsesión que desarrolló tempranamente y que lo ha perseguido hasta el día de hoy es la política. Ya inclinándose hacia la izquierda cuando fue a estudiar a la Sorbonne a cuenta del ejército estadounidense (Mailer muchas veces ha hecho constar que nunca se recuperó tras leer 'El Capital 'mientras estaba en el ejercito), conoció al escritor trotskista Jean Malaquais, que lo alentó a ahondar más en el socialismo. No hay duda que esa combinación explosiva de rápida fama ('Los desnudos y los muertos' acababa de publicarse), y un ego ya bastante próspero y una conciencia política en constante crecimiento hicieron su efecto. Se convirtió en una suerte de revolucionario elegante, que supo autodefinirse como un "forajido psíquico". Un tipo que, como él mismo apunta en Advertisements for Myself, "no se conformaría con nada menor a hacer una revolución en la conciencia de nuestra época."
Aunque Mailer reconoce que eso no sucedió, también es verdad que no se lo puede acusar de no haberlo intentado. Decidió postularse para alcalde de la ciudad de New York en 1960, pero en la fiesta en la que se anunciaba su candidatura, muy borracho y muy trastornado apuñaló a su segunda mujer, Adele, un acto que él calificó como el mayor pesar de su vida.
Al final de la década, Mailer tuvo otra infructuosa candidatura como alcalde. No hay duda de que hubiera sido un colorido mayor, pero ahora se contenta con ser un comentarista policromático: "Los políticos se han vuelto cada vez menos atractivos porque finalmente las ideas más fuertes del siglo veinte acabaron todas en desastre. La idea del socialismo como el gran ideal igualitario terminó en opresión. La profunda observación que los alemanes hacían de la cultura acabó con los nazis. Y la gran creencia de que la democracia y el capitalismo son bienes genuinos probablemente terminará con la certeza de que todos deben matarse por el dinero. Jesús y Karl Marx concuerdan en una cosa de todos modos, en que el dinero se alimenta de todos los demás valores. La política está aún más llena de perspectivas desafortunadas. La guerra en Kosovo fue, a mi parecer, un desastre espiritual. Bombardear desde quince mil pies de altura y no perder una sola vida; ¡eso es una vergüenza cuando vas la guerra! Cuando vas a la guerra y no derramás sangre tuya, no es una guerra, es una ejecución. Y es una ejecución indiscriminada: ni siquiera sabés a quién estás ejecutando. Jimmy Breslin tuvo la última palabra sobre el tema. Estaba en el SoHo y vio a Mónica Lewinsky. Jimmy, siendo Jimmy, dijo: A la mierda, no voy a entrevistarla. Entonces Jimmy pensó para sí: La veo alejarse caminando y me pregunto si esa chica sabe o no que fue ella quien comenzó una guerra en los Balcanes."
Una de las características más asombrosas de Mailer es el amor a las buenas peleas. Disgustado con un artículo de Gore Vidal publicado en 1971 en el New York Review of Books que básicamente lo relacionaba con Henry Miller y Charles Manson respecto al trato que tenían con las mujeres, Mailer le dio un topetazo a Vidal antes de que los dos aparecieran, junto a Janet Flanner (eterna autora de "Letter From Paris" en el The New Yorker) en el programa de Dick Cavett. Más tarde ese mismo año, Mailer peleó los 12 rounds con Germaine Greer y otras feministas en la oficina de la intendencia de New York, y según varias versiones hubo empate. El escritor reconoce que incitó la ira del movimiento con sus manifestaciones nada consideradas en aquella época. ("No odio a las mujeres, pero creo que deberían guardarlas en jaulas...", etc., etc.). Ha bajado considerablemente el tono de su retórica, y ahora se lo ve menos como un provocador social y más como un hombre común aturdido por la diferencia de los sexos.
"Yo creo que para cuando llegué a los setenta y tres o setenta y cuatro finalmente comencé a conocer cosas de las mujeres. Durante años supuse que razonaban como los hombres. Yeso era un pensamiento totalmente idiota. De tanto en tanto, aunque no sepas mucho de un determinado tema, lo abordás. En Parque de los ciervos hay un monólogo de Elena que supera muchísimo a mi conocimiento sobre las mujeres. Es como si algo hubiera estallado. Siempre sabemos mucho más de lo que pensamos, de lo contrario podríamos ser escritores. Si tuviese que depender sólo de mi cerebro no le mostraría a nadie los resultados."
¿Si las mujeres piensan distinto que los hombres, entonces Mailer piensa que escriben de un modo distinto, especialmente sobre el sexo? "Sabés lo que dijo León Trotski una vez: Ciertas preguntas se contestan a sí mismas al ser formuladas. Por supuesto. Los hombres, especialmente los hombres de este país, miden el sexo en puntos de performance. Las mujeres tienden a pensar un poco más sobre su rol. ¿Conocen demasiado? ¿Son muy dominantes? Se vuelve todo muy cerebral. De algún modo, las mujeres tienen una posición de mayor responsabilidad en cualquier acto, se exponen más, y pueden salir lastimadas como resultado de la operación. Claro que es distinto. Y vos lo escribirías de modo distinto."
Norris, la esposa de Mailer, recientemente publicó su primera novela, Wind Chill Summer (2000). ¿Le dio alguna clase de consejo? "Fue gracioso. Al principio me preguntó sobre el punto de vista y me pidió que lo leyera. Y esto es lo que quiero decir con que finalmente adquirí cierta sabiduría en relación a las mujeres, porque le dije que no. Le dije que si lo leía, y ella no lo terminaba, nunca me perdonaría. Comencé a leerlo cuando ya estaba en la cocina. Ahora, no puedo leer sin un lápiz en mi mano para editar. Soy un editor de mi propio trabajo y del de todos los demás, de manera que yo estaba marcando cosas acá y allá y cuando lo vio se indignó por completo. Entonces acordamos que lo leería cuando ya estuviera publicado y no lo pudiera cambiar. Alguna gente después me dijo: ¿Qué hubiera sucedido si lo leías? Y yo contestaba: Lo podría haber mejorado en un cinco por ciento". Mailer se ríe. "Eso es todo. El libro estaba esencialmente allí."
Mailer admite que tuvo una suerte extraordinaria en lo que respecta a los numerosos editores con los que ha trabajado a lo largo de su carrera (su actual editor es Jason Epstein, de Random House). "Cuando comenzamos vivíamos bajo el paraguas de Maxwell Perkins: había una lealtad que sentía hacia sus escritores. Eran matrimonios espirituales. La cosa hoy sigue así pero hasta un punto: las probabilidades de que se pueda mantener no son muchas. Es como casarte rico o casarte pobre. Es cierto que muchos pueden estar casados y ser pobres muchos años y seguir amándose, pero es mucho más difícil. La situación de la industria editorial hoy establece que el editor tiene que traer libros que vendan, y que tiene que meterse en la complejidad del pensamiento. Me imagino que debe ser realmente difícil no tratar de empezar a empujar a ciertos autores un poco en la dirección de ser más populares, yeso, claro, rompe cierto vínculo".
Aunque Mailer tiene simpatía por los jóvenes escritores que tienen dificultades, dice que no tiene el tiempo que quisiera para leerlos. "Tenés que entender que si estoy trabajando en una novela, leer otro libro es una tremenda distracción porque te ocupa mucho pensar en lo que ellos hacen y te roba el tiempo que necesitás para pensar en lo que vos estás haciendo. Es demasiado. Incluso Stendhal no pudo hacerlo. No leía otra cosa que no fuera el Código de Napoleón todos los días", dice. Y ríe. Y dice: "Los franceses, por supuesto... ¡tienen soluciones extraordinarias contra el estreñimiento!"
Volviendo a su sonrisa favorita, Mailer explica la relación conflictiva con sus compañeros. 'Los buenos escritores son como buenos atletas. Nadie lo admite, pero se miran entre sí de un modo muy competitivo, tal como lo haría un buen atleta. No significa que buscan destruir a la persona que miran, sino que están buscando los puntos en los que su competidor es su igual, aquéllos en los que es inferior. Yo lo sé cuando leo; chasqueo la lengua y digo, Ah, hace esto tan bien. O: Ella es bárbara, yo nunca podría hacer esto. Pero después digo: Soy mucho mejor que él o ella aquí. Creo que es natural. Creo que todos lo hacemos, hasta el último de nosotros lo hace.
Hay escritores admirados por Mailer. Sostiene que fácil podría haber diez autores vivos que terminen siendo lo mejor que tendremos en los próximos cincuenta años. Sin embargo, se niega a nombrarlos. "Mi Dios, qué sucedería si me olvido de alguno, sería terrible". Esta indecisión es un gran cambio de ritmo de Mailer comparada a sus tiempos de joven, cuando descaradamente criticaba a sus contemporáneos llamándolos "el talento de la habitación".

Sorprendentemente, Mailer habla públicamente por primera vez sobre J.D. Salinger. "En un momento recibió dos críticas espantosas, una de Mary McCarthy y otra mía. Yo creo que quizás ese golpe uno-dos sacó mucho de él. Salinger es un ejemplo de alguien enormemente consentido, con una recepción tremenda. Adorado. Creo que había multitudes de jóvenes que se hubieran tirado de un acantilado por él. Lo necesitaban. Fue una mala época; podría haber servido. Fue atroz que desapareciera. Fue duro para los jóvenes como el suicidio de Hemingway lo fue para nosotros. Venerábamos a Hemingway, y Papá va y se vuela los sesos".
Mailer, también se ha quemado con las luces brillantes de la fama, y se considera afortunado por el sólo hecho de seguir escribiendo. "La verdad es que si te dan demasiado reconocimiento eso te puede llevar a la ruina. Puede reducir la cantidad y calidad de trabajo que realizás". Mailer se apoya en el respaldo de su silla. "Ciertos escritores han sido capaces de evitar eso. Saul Bellow, por ejemplo: es muy difícil acercársele. No trata de usar el manto, aunque, Dios lo sabe, les encantaría dárselo. Pero mantiene a todos a una cierta distancia. John Updike trabaja todo el tiempo, al igual que Joyce Carol Oates, que siempre está poniendo una brecha entre ella y su audiencia. ¿En cuanto a mí? Yo tengo fama de ser muy difícil." Mailer sonríe cálidamente. "Mucho más difícil de lo que soy en realidad, como podés ver. Pero la cosa es: tenés que hacer lo que sea necesario para poder seguir trabajando.